lunes, 2 de febrero de 2009

Día de incertidumbre

Hoy la confusión arremetió en contra mía.
El descanso oficial fue la mejor manera que ideó nuestro gobierno para que a los mexicanos no se nos olvidaran ciertas cosas, como la Independencia, la revolución (que ha perdido su buena fama, y por eso no se oye hablar mucho de ella) y por supuesto la celebración de la Constitución de 1917, y por eso me levanté de mi cama muy contenta pensando que hoy el calendario oficial nos premia con uno de esos días de conmemoración histórica.
Tenía la convicción de disfrutar al máximo este día, y mi plan era el de salir de mi casa, abordar el metro Consti y dirigirme a la heroica línea verde para pasear por metro Guerrero, Juárez, Niños Héroes, Zapata y División del Norte, y pensar un poco en el significado de un día como hoy, en el que se celebra la Constitución de 1917. Sin embargo, me sorprendí al ver que estaba rodeada de gente que traía en sus brazos cerámicas con forma de niño Dios, vestidas con todos los disfraces imaginables: San Juditas, Sagrado Corazón, apache, bebé con sonaja, spiderman, niño de la virtud, la esperanza, y luchador. Fue hasta entonces que recordé que no era hoy 5 de Febrero, sino 2 de Febrero, día de la Candelaria.
No sé qué es una Candelaria, y tengo una vaga idea de qué es una Constitución, pero lo que si sé es que teóricamente son cosas separadas e irreconciliables. Sin embargo hoy se amalgamaron en una simbiosis extraña y desigual, porque la ganona era precisamente la celebración religiosa ¿a caso alguien se acuerda de la Constitución?
Mi itinerario debía cambiar, porque eso de andar disfrutando de mi descanso oficial conmemorativo de la Constitución un 2 de febrero, seguramente haría que Juárez se revolcara en su tumba, y no iba a visitar su estación de metro para ver como todos los niños Dios tomaban vida cual Chuckys, e hipnotizaban a sus dueños obligándolos a destruir el inmueble. Fue así que debía decidir qué rumbo tomar, y la cosa no fue difícil porque tenía muchas opciones: San Juan de Letrán, Santa Anita, Basílica, Isabel la Católica, San Antonio Abad o La Purísima. La primera que descarté fue La Purísima, porque pensé que seguramente ni me dejarían entrar así que debía decidir entre las demás.
Comencé a ponerme nerviosa cuando apareció a mi lado un niño enorme que me recordó al Nenuco que en mi infancia me ponía los pelos de punta, por lo que mis ganas de pasear se esfumaron. Entonces preferí comprarme una torta de tamal para no desentonar con las tradiciones de hoy, y no pasear para no exponerme a presenciar el derrumbe del laicismo.
Creo que sólo me queda esperar que el Jueves alguien recuerde que en algún lugar escondido de este país, hay un librito empolvado que de vez en cuando alguien hojea para "partirle el queso" a alguien, con los "recovecos de la Ley".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Instituciones humanas a fin de cuentas. Religión y ley se encuentran en un mismo nivel: la falacia que somos se ha encargado de forjarlas y establecerlas. Alegría en mi maltrecho corazón es la que surge al darme cuenta que la vida no sólo puede ser vista con ironía de parte de un servidor. Actividad verdaderamente provechosa esa de comer tamales mientras decides festejar el día de melón o de sandía. Mi humilde admiración a todos aquellos descreídos...

El Charro Cabrón...