jueves, 17 de marzo de 2011

"La Nana"


Comí en la cama, y dejé todo lleno de moronas. Me gusta pensar que vale pito, porque duermo sola en este cuarto. Ayer, por ejemplo, al parecer no había nadie más en la casa. De hecho es bastante recurrente que yo sea la única aquí, y sí, me la paso en medio de mi propia porquería, con mis hedores, mi mugre, mis cabellos en el piso, mi ropa sucia apestando y mi basura regada. Y me vale. No suelo ser tampoco tan cochina, pero limpio sólo lo absolutamente necesario.

Hace poco estuve pensando en eso, y recordé que cuando vivía con mis papás y comencé a tener tiempo libre, en la época en que me la pasaba “haciendo la tesis”, me dio por limpiar casi obsesivamente. Suponía que por estar en casa debía colaborar con algo, y lavaba los trastes, barría, trapeaba y ese tipo de cosas. Pronto me dí cuenta de que ese es un trabajo que nadie valora, hasta que se dan cuenta de que no está hecho y por lo tanto tienen qué reclamar. De hecho ese trabajo, el doméstico, es el menos visible, porque parece que no existe sino hasta que deja de hacerse. Por eso dedicarse a esa labor es realmente un martirio.

Muchas mujeres que dedican exclusivamente su tiempo a limpiar, son cuasi invisibles. Ya sean mucamas o “amas de casa” (mujeres dedicadas al hogar, suelen autonombrarse), realizan un trabajo extenuante que no deja una remuneración acorde con el nivel de trabajo que realizan, además de que pasan prácticamente desapercibidas por quienes disfrutan de sus “servicios”. Por eso la película que vi hace poco, “La Nana”, me pareció muy buena. Es una exploración de la cotidianidad de una Nana chilena que trabaja de tiempo completo para una familia acomodada.

Ella mantiene un relación con los patrones y sus hijos que, en sentido estricto, es solamente laboral, aunque en realidad es como “parte de la familia”. Ella quiere a los niños porque dedica su vida a cuidarlos como si fueran sus propios hijos. Los niños, además, la estiman porque es quien los ha criado, pero aunque hay una relación sentimental que los tiene unidos a todos, en realidad es una empleada que vive claramente subordinada, y no puede incluirse del todo en la dinámica familiar, lo que se evidencia cada tarde cuando, sentados todos en el comedor, ella come sola en la cocina, apareciéndose únicamente si alguien la llama, y para servir la comida que ella misma preparó.

Se quieren, pero todo ello a través del intercambio de un sueldo. Ella vive con ellos para que le paguen, pero en eso se le está yendo la vida. Tiene un sueldo, sí. Tiene un techo mucho más lujoso de lo que habría podido imaginarse, también. Tiene comida asegurada... pero eso no es un motivo para vivir, porque las desigualdades están presentes todo el tiempo.

La película es muy buena, porque retrata la ausencia de expectativas de una Nana que vive para servir a personas que ella estima, y que la tratan bien, pero jamás podrá ser parte de ellos. Por eso está sumamente insatisfecha consigo misma. No tiene nada más en la vida que una familia que la aprecia pero cuya relación no puede trascender nunca más allá que para la obtención de un salario.

Por eso ella sufre, porque es la invisible, y está sola, en medio de la familia perfecta. Pero sola, al fin y al cabo.

Ampliamente recomendable.

1 comentario:

Carlos dijo...

Uy, suena interesante. Buena reseña, mueve a curiosear.

Saludos