jueves, 6 de mayo de 2010

Paradójica desdicha feliz

Vi noticias. Estaban hablando del derrame de petróleo y del número exorbitante de animales que podrían morir por ese desastre, y no pude evitar sentir que mi ánimo se iba al inframundo. Pocos días después hablaban de la contingencia ambiental en la Ciudad, y recordé que este escenario gris y decadente existe desde que tengo memoria. Recuerdo muy bien que cuando era niña me enteraba de la contaminación porque ese día no salía al recreo. Ahora, creo identificar síntomas claros en mi cuerpo a causa de los imecas: irritación en los ojos, sequedad en la garganta y dolor de cabeza.

Que el mundo se está calentando ya no es noticia. De tan sabido aburre. Pero aún así me sorprendo por la ola de calor infernal que invade el ambiente, y eso que a mi el calor me encanta, pero el bochorno que me hace sudar me lleva a entender por qué casi todas las personas prefieren el clima gélido. Pareciera que ahora el sol se está vengando con cada uno de sus rayos de una humanidad inclemente con su obra maestra, y tiene razón: ya la cagamos.

Lo peor de esto es que debo conjugar el verbo cagar en la primera persona del plural, porque me guste o no formo parte de la especie que arruinó las cosas. Mea culpa, mea culpa: uso gasolina, pilas, gas, energía eléctrica, produzco basura y hasta exhalo CO2 y gas metano que destruye la capa de ozono. Y por más que quiera, con el simple hecho de existir ya me chingué algo.

Ante este panorama decadente (no sólo por la situación ecológica, sino por un sinnúmero de cosas), la felicidad parece ser sinónimo de inconsciencia, porque ¿cómo diablos alguien puede estar feliz en un mundo que se deteriora a cada segundo? Por eso yo le comentaba a un amigo (hola Tadeusz!), luego de que me hizo la clásica pregunta para iniciar una conversación, ¿cómo estás?, que estaba extrañamente contenta, pero que eso mismo me hacía sentir incómoda. Es que el espíritu de estos tiempos debería ser la desdicha, y estar optimista es como manejar un auto en sentido contrario con los ojos cerrados.

Pero la sonrisa a veces se me escapa de los labios, y la idea de que no puedo evitar el futuro, pero sí tratar de moldearlo de una forma en que sea posible que mi inconsciencia aparezca repentinamente, me reconforta un poco frente a este clima acalorado y seco. El problema es que enseguida me crea conflicto sentir esta cosquilla de esperanza…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola:

Ahh, tú siempre tan alegre tocaya.

Carlos León

Blogger Pechocho dijo...

qué ganas con enojarte? nada

y no enojarse no significa no ser crítico y no tomar postura ni tampoco no decir las cosas como las entendemos...

hay que vivir, pues finalmente la vida está ahí afuera, sea en el estado que sea...

Saludos!

Karlyle dijo...

Chiale! Tienen razón, parezco emo...