viernes, 23 de octubre de 2009

Guanabi iztapalapechi

Salí de mi depa en la Roma para visitar a mi única amiga que vive en el oriente. Sentía una especie de aceleración cardiaca al bajarme del metro Iztapalapa, pero hacía ya varias semanas que recibía llamadas constantes de mi amiga para que fuera a visitarla, y sentía ya cierto hartazgo por su insistencia. Finalmente es buen pedo y siempre tiene mota, además de que causa en mí una extraña sensación, como si los múltiples colguijes y pulseritas curiosas que utiliza tintinearan al unísono de su ronca voz hablando de  un mundo subterráneo que me intriga. Suele hablar de pordioseros y de igualdad, mientras aspira una bocanada y me invita a escuchar con atención el requinto que está por sonar en la rola que escucha en su desgastado ipod que, según me dijo, le compró al Rober en el tianguis de Santa Cruz.

Me dijo que me esperaría en la panadería Santo Domingo, pero salí del metro y no estaba. El escándalo retumbó en mis oídos con el súbale súbale característico de ciertos personajes pintorescos cuya supervivencia está atada a la potencia infinita de sus cuerdas vocales. Había desayunado un queso maki muy temprano, y a esta hora ya tenía algo de hambre, pero no veía ningún subway cercano, así que le propondría a mi amiga buscar algo de comer antes de partir hacia las aventuras nocturnas que me aguardaban, cual fauces halitosas de una bestia hambrienta que me engulliría hacia sus entrañas. Esperaba partir rumbo a algún insalubre tuburio cual viajero europeo que se adentra en un país exótico para divertirse mirando las excentricidades y el folclor de quienes, lo sabe, lo miran como un ser extraño y fascinante que luce siempre parsimonioso ante lo que, en el fondo de sus entrañas, le asusta.

Por qué tarda tanto, pensaba mientras miraba la inmensa fila de gentes en espera de subirse al micro. Sus miradas perdidas me causaban cierto temor, como si observara al cazador que en cualquier momento puede darse la vuelta y atacar a una presa desprevenida. Decidí que sería mejor no sacar mi cel, o sea que seguiría esperando sin llamarle a mi amiga. Estaba tratando de recordar si le había dejado la función vibrar, porque no quería que sonara en este lugar. No quería sacarlo aquí. Por favor ya llega…

Mientras la esperaba recordé cómo la había conocido. Fui con mis amigos al celtics y ella fue nuestra mesera. El wey que traía el carro se puso hasta su madre con unos ajos, y los otros dos weyes que venían conmigo y mis amigas Lily y Paty estaban tan ebrios, que terminaron comprando tragos en la barra para dos viejas que, además, les sacaron la cartera y las llaves. Mis amigas y yo, que ya andábamos en el flirteo con unos tipos cuyos rostros ya no recuerdo, nos dimos cuenta de que los papás de Lily ya le habían llamado a su cel como 15 veces. Ella estaba bailando una rola de Black Eyed Peas mientras tiraba el trago que tenía en la mano. Fue entonces que la mesera –ahora mi amiga- nos traía la cuenta porque ya estaban por cerrar la barra. Le dijimos que queríamos seguir bebiendo y ella nos contestó que con este pedo de la nueva ley, tenían que cerrar en ese instante. Yo quería seguirle, pero mis amigos ya estaban hasta su madre y fue entonces que ella me invitó a seguirla, si quería, en la casa de un mesero. Dije que sí. Fue el primer acto liberador que me llevaría por caminos sinuosos hacia la sensación de que todo es humedad y escurre grasa y mugre del ambiente. Esa noche me acosté con un mesero, y ese fue el segundo acto de liberación. Su saliva era de cerveza y tequila barato….

Por fin llegó y me dijo que me llevaría a una pulquería que está en la punta de un cerro. Veríamos allá a sus amigos. El exotismo no podría haber sido menor, porque finalmente el encanto de este viaje es dar un salto hacia la otra lógica, cuya puerta de entrada carece de cadenas y da el poder de ver el contraste entre la oscuridad aderezada con luces artificiales, y la simple oscuridad sin acentos.

 

Importantes notas:

1.-Este texto está inspirado en la basofia que publican en la revista Picnic.

2.-Este texto le debe mucho a Nancy, quien suele contarme la vida nocturne condechi.

3.- Gracias a Lila sé que se dice “tuburio” y no “tugurio.”

4.- Es más importante el contenido que la forma. Estoy convencida de ello.

domingo, 11 de octubre de 2009

Menoccio

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Lo vi trepar por las bardas y lo alimenté.

Hace como seis meses que está siempre fuera de mi puerta.

sábado, 10 de octubre de 2009

De vegetarianismo y excentricidades justificadas.

He soñado ya varias veces que estoy sentada a punto de comer y me traen un bistec. Entonces el sueño se torna pesadilla, porque me dicen que eso es todo lo que hay. No puedo pedir una ensaladita, ni unos nopalitos ni nada más. Sólo hay carneeee!!! Es pesadilla, porque por más que quiero, no puedo decir que no. Comienzo a masticar el pedazo de carne y siento como si estuviera en pleno proceso de tortura. Siento mucho asco, y termino escupiendo.

Llevo ya un tiempo sin consumir nada de carne. Comencé desde que tenía como 17 años, dejando primero la carne roja. Comía pollo de vez en cuando, y a veces pescado, pero desde hace aproximadamente un año (o será más?) decidí que no podía seguir en ese término medio: si quería optar por el vegetarianismo debía decidirme de una vez. Así lo hice, y me sentí muy bien al saber que puedo tomar el control de un aspecto como la alimentación siguiendo mis convicciones. No es una especie de prueba de resistencia o algo así, sino simplemente la puesta en marcha de una opción bien razonada que tomó tiempo en gestarse.

Ahora, teniendo mayor autoridad moral para pensar en el asunto del vegetarianismo, me han venido constantemente ideas a la mente acerca de la posiblidad que tienen los seres humanos para decidir asuntos tan fundamentales como el régimen alimenticio, que parece pertenecer más bien a los instintos. Si se puede tomar la decisión de vivir acorde a las ideas y dejando de lado las dificultades de pueden resultar de esa decisión, entonces uno parece saltar más allá de la inmediatez del entorno, y se convierte en un ser consciente de sus acciones.

Bueno, pues es por ello que comienzo a entender porqué algunas religiones, primordialmente las orientales, consideran el ascetismo (dejar de lado los placeres corporales, entre ellos el de la alimentación) para acceder a un autoconocimiento. Yo soy totalmente antiespiritual, pero he pensado ultimamente que eso que llaman “paz interior” “sabiduría interna” (y demás ambigüedades y juegos de palabras abstractos e incomprensibles para una persona sin alma, como yo) tienen que ver con el hecho de lograr prescindir de los estímulos que dan los sentidos para ver un poco más “hacia adentro” o yo diría, para empezar a oír la vocecilla que habla de vez en cuando dentro del cerebro y que suele decir cosas interesantes siempre que se le ponga suficiente atención.

En un mundo tan lleno de estímulos, inundado por todos lados de la promoción de los placeres (simplemente porque estos significan consumo), la posibilidad de pensar, simplemente de PENSAR, se vuelve la opción menos divertida, y también menos rentable. El vegetarianismo va en contra de la maquinaria que mueve al consumo irracional, porque significa una opción en la que se opta por la salud y lo más importante, por la consciencia, que entra en marcha al rechazar la muerte como un trámite para continuar la vida.

Pensar todas estas cosas me ha llevado a radicalizarme un poco, y aunque sé que a veces todas estas cosas suenan medio descabelladas, he pensado también que el consumo de carne fomenta el desprecio por la vida y la idea de que la especie humana es superior a otros seres,  llámense animales o sistemas naturales, y puede controlarlos según sus intereses. También se me ha ocurrido que comer carne hace brotar los instintos de caza, y con ello, la actitud violenta. No sé con certeza científica si estas cosas que se me ocurren son coherentes, pero al menos tampoco estoy científicamente convencida de lo contrario.

Observe la correlación entre la religión y la dietética. Los cristianos comen carne, beben alcohol, fuman tabaco; y el cristianismo exalta la personalidad, insiste en el valor de la plegaria pedigüeña, enseña que Dios siente cólera y aprueba la persecución de los herejes. Lo mismo pasa con los judíos, musulmanes. Kosher y el colérico Jehová. Vaca y ternero… y supervivencia personal entre los huríes, Alá vengativo y guerras sagradas. Ahora, observe a los budistas: legumbres y agua. ¿Y cuál es su filosofía? No exaltan la personalidad, no tratan de trascenderla, no imginan que Dios pueda estar colérico; cuando no son ilustrados creen que es compasivo y cuando lo son creen que no existe, a no ser como el impersonal espíritu universal. Por ende, no ofrecen plegarias de pedigëños, meditan… o en otras palabras, tratan de anegar sus espíritus en el espíritu universal. Por último, no creen en la providencia especial de cada individuo; creen en el orden moral donde la carta le es impuesta a uno por el conjurado pero solo porque las anteriores acciones de uno le impusieron al conjurado imponérsela a uno. Estamos aquí separados por varios mundos de Jehová y Dios Padre y de las almas individuales eternas. Resultado, claro está, de que pensamos según comemos.

Con los esclavos en la noria.

Aldous Huxley

jueves, 1 de octubre de 2009

Remember Septiembre- contenido: más new age reloaded pero con tintes psicoanalíticos de patatiux.

Comencé el mes muy entusiasmada con mis ondas new age de los sueños. La idea de poder controlar lo que sucedía en mi subconsciente me atrajo por el simple hecho de que en el mundo onírico todo es posible. O sea, si se me ocurría por ejemplo, ponerme a traspasar las paredes, arrancarme la cabeza, o incluso controlar el comportamiento de lo que había a mi alreddor, incluyendo personas, podría hacerlo en ese mundo en el que las leyes de la “realidad” no existen. Pero poco a poco fui desistiendo de ello por simple indiferencia. Eso me decepciona, pero el verdadero problema es el insoslayable hecho de que la realidad, me guste o no, rige la aburrida, lineal, corpórea y física vida que me toca vivir en este lugar en el que me tocó estar.

Los primeros días que me dormía pensando en ejercitar mis habilidades oníricas pude realmente explayarme dentro de mi inconsciente. Llegué a tener, en una noche, hasta siete sueños recordándolos a la perfección, con detalles de lo más curiosos. Tal cantidad de actividad cerebral me obligaba a despertar de madrugada, como si mi mente tuviera que darse un break a media noche para continuar con las neurotransmisiones hilarantes y surreales.

Uno de los ejercicios que se deben hacer para alcanzar el control de los sueños, es esforzarse por recordarlos, y la mejor forma es escribirlos inmediatamente al despertar. Se dice que se debe de hacer lo más rápido posible, en esos momentos en que la mente aún no se ubica del todo y parece estar más en la lógica del sueño que en la de la realidad: justo el instante en el que los ojos aún no se abren fácilmente, las lagañas siguen en su lugar y uno se siente pegado a la cama. Pues yo lo hice, y me esforcé por escribir las cosas rápido, sin pensar mucho, tal como iban apareciendo en mi mente:

Anduve en patineta con dos chicas menores que yo. Les contaba que yo nunca lo había hecho. Por alguna extraña razón yo tenía mi propia patineta y la usaba muy bien (cosa que me sorprendía). Avanzaba con ellas afuera de mi calle y me sentía muy cool, aunque al mismo tiempo me sentía un poco ridícula porque ya estoy grande. Incluso pensaba que podría ir en patineta a todas partes, y hacer trucos en ella.

Mi patineta era muy nueva, y la de mis amigas,vieja. Como yo no sabía nada de patinetas les preguntaba cuánto costaba, y al parecer encajaba bien en ese mundillo.

Lo verdaderamente importante de este tipo de ejercicios, es que los sueños realmente dicen cosas de lo que uno piensa, siente o atraviesa en un momento determinado. Ya sé que eso ya se ha dicho hasta el cansancio, pero por más que uno haya leído a Freud, el autoconocimiento a través de los sueños parece estar más en el sentido común que en la experiencia psicoanalítica. Lo digo porque, poniendo como ejemplo mi minisueño skate, me resultó muy evidente un significado, no simbólico a la manera junguiana, sino simplemente de cosas que pasaban por mi mente de repente.

Pude interpretar que al soñarme patinando con adolescentes con quienes me sentía un poco fuera de lugar pero al mismo tiempo parecían aceptarme, y más aún, yo era mejor que ellas, en realidad estaba apareciendo en mi sueño una idea que había rondado en mi cabeza por aquellos días, porque había platicado mucho con mis alumnitos de secu por el messenger. Según mis teorías pedagógico-empíricas, los chavitos agarran la onda de lo que uno les dice siempre que esas cosas estén dichas en su lenguaje, y por eso yo me esforzaba con ellos durante las clases por ser “chida” y tratar de interesarlos en cosas que, de entrada se les hacen aburridísimas. Todo esto va porque al platicar con ellos en el messenger, ya fuera del salón, yo seguía poniéndome en la postura de la buena onda, e incluso llegué a adoptar el lenguaje messenger teen, incluyendo palabritas como seeee, en lugar de si, o los clásicos XD :) y ¬¬.

El pedo es que llegó un momento en que me sentí ya medio ridícula, adoptando esa forma de expresión que no es de mi generación, porque, ni pedo, me gusta escribir con mayúsculas cuando corresponde, poner acentos y respetar la gramática. El caso es que la barrera generacional se dejó ver, y por más que quiera, debo aceptar que ya crecí. Incluso mi versión de lo teen de mi sueño, en realidad es la yuxtaposición de lo que en mi época era teen. ¿los chavitos todavía andan en patineta?

Bueno, pues mi cortísima experiencia onironauta me sirvió para darme cuenta de que la introspección puede funcionar mejor con el pequeño esfuerzo de pensar en uno mismo a través de elementos como el del sueño. He tenido muchos sueños últimamente, incluyendo ya varios sueños lúcidos (cuando en el sueño, sabes que estas soñando, o mínimo te entra la duda), y un falso despertar (cuando según despiertas, te levantas de la cama normal, y luego te das cuenta de que en realidad sigues soñando), lo que es bueno, porque algo he avanzado. Pero para lograr explorar mejor el mundo del inconsciente necesito más disciplina e introspección. A veces ésta no es tan agradable, porque saber más de uno mismo siempre es peligroso, por el riesgo de descubrir cosas indecibles que por algo habían estado escondidas, sin mencionar que la cordura también reside en el olvido…

Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: Mis sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: Mi memoria señor,  es como vaciadero de basuras.

Funes el memorioso

Jorge Luis Borges