viernes, 10 de julio de 2009

Mitómana en segundo grado.

Cuando iba en la secundaria tenía una amiga mitómana. Yo lo sabía, pero por alguna extraña razón, jamás pude gritarle en su cara que era una mentirosa, que estaba loca y que ya había rebasado la línea de lo absurdo. Probablemente no lo hice por temor a hacerla sentir mal, o quizá porque sus historias resultaban a veces fascinantes. Era una muchachita de lo más graciosa. Incluso ella misma se autonombraba “taponcito de alberca,” pero al mismo tiempo se esforzaba por caminar, hablar y moverse con total seguridad. Tenía una extraña atracción, y lograba hacer amigos con decir dos o tres palabras.

A veces, me hacía a mí cómplice de sus mentiras, como una ocasión en que le dijo a todo mundo que yo era su hermana, y me presentaba a todos así: “ella es mi hermana Karla,” mientras yo sólo decía “hola,” y me quedaba con mi cara de idiota. No nos parecíamos absolutamente en nada, y con la misma edad, era obvio que nadie se creía el cuento. Por lo tanto, yo pasaba también a ser una mitómana en segundo grado.

Seguí viéndola durante varios años después de la secundaria, a veces volvíamos a ser las mejores amigas, y otras ocasiones simplemente éramos indiferentes. Mi relación con ella fue un tanto extraña, porque fuimos unas amigas de esas que hasta se toman de la mano cuando van por la calle. Nos queríamos,  pero ella era una persona muy extraña, y yo, una persona aburrida.

Esto lo digo porque ella disfrutaba contándome sus historias, mientras yo sólo podía pensar que mi vida era un bodrio de tan aburrida. Me platicaba que había conocido a algún artista de televisión, o que andaba con el maestro de historia (hombre del que todas mis amigas estábamos enamoradas), mientras yo sólo pensaba que no tenía nada que contarle. Mi vida adolescente era bastante “normal” en comparación con la suya: yo tenía una familia (ella no), una casa fija (ella no), iba a la preparatoria (ella no) y mi cabeza estaba llena de cosas irrelevantes. 

En mi mundo adolescente, yo deseaba vivir aventuras alucinantes, descubrir lo inimaginable y experimentarlo todo. Era una persona fácil de impresionar, como cualquier niña de 15 años. Ahora, a la distancia, veo mi pasado puberto como un periodo lleno de locura irreverente, pero que tenía sus límites. ¿Qué habría sido de mí si me hubiera tirado a la vida totalmente desenfrenada e inconsciente?

No creo que eso me hubiera hecho más feliz.

Aunque…

Hace poco hablaba con mi amiga Nancy, sobre la felicidad. Concluimos que eso es algo que no existe. Es una sensación pasajera, que se experimenta como respuesta de ciertas situaciones concretas. Por ejemplo oír una canción, leer un libro, o hasta escuchar un chiste, pero no puede considerarse un estado permanente. Es decir, siempre llegará algo que cambie ese estado de ánimo. Es un mito eso de “alcanzar la felicidad.” o “estar realizado” aunque sí hay periodos en la vida en los que parece marchar todo bien.

Por el momento estoy bien…

No sé cómo estaría ahora si mi pasado hubiera sido distinto.

2 comentarios:

AnarquiStar dijo...

Chispas...

¿Sabes? Mi ex durante el divorcio se encargó de hacerme creer que la felicidad se compra...

Y sabes?? No es del todo falso...

La felicidad se adquiere con el paso de los años, con la experiencia que te da el manejar ciertas situaciones que en su momento no lo hiciste de la manera correcta...

La felicidad si existe, pero como todo en la vida que valga la pena hay que ganársela... Y vaya que cuesta trabajo...

Un abrazo Kar!!

Cheers...

Anónimo dijo...

Yo pensaba como tu, hasta que tuve una experiencia amorosa-religiosa-trascendental muy gruesa en mi vida, y desde entonces comprobé que sí existe la felicidad, pero -como dice el que escribió antes de mi- tiene que ver con una serie de experiencias que se van alcanzando y que resultan en un estado, tal vez no permamentemente alegre, pero sí con cierto punto de satisfacción en la vida...

Creo que necesitaríamos un par de tazas de cafés y vernos de frente para continuar con este diálogo..

Saludos desde tierras tapatías!!

Lila