jueves, 8 de julio de 2010

Un vecino sanjudero

Tengo un nuevo vecino. En la casa que ahora él habita, vivía una familia “normal” con un niño y una niña que a diferencia de los demás niños del barrio, se la pasaban todo el día en la calle, montando bicicleta o corriendo y gritando desaforadamente. La mamá estaba embarazada, y seguramente dejar a sus hijos en la calle todo el día era la mejor forma de olvidarse un poco de la maternidad irremediable que estaba todo el tiempo frente a sus ojos, y también dentro de su cuerpo.

Me parece triste que esos dos niños que jugaban en la calle eran la excepción y por eso los recuerde tanto aunque no vivieron mucho tiempo aquí, porque a pesar de que tengo más vecinitos infantes, en las calles suelen verse cada vez menos niños jugando, mientras que hay más adolescentes y jóvenes que se adueñan de las calles en motonetas o en autos que han sido equipados con un gran sonido en el que suena regaetton a altísimo volumen. Y digo que es triste porque recuerdo mi niñez en estos mismos lares, saliendo todas las tardes a encontrarme con muchos niños más, que igual que yo, no imaginaban razón alguna para no andar afuera. Sabíamos que había “robachicos” que podían a veces aparecerse en nuestras pesadillas. Pero ese era un temor más bien educativo que nos enseñaba que no debíamos hablar con extraños, igual que el miedo que las abuelas y las madres tradicionales solían inculcar a los niños para que hicieran sus deberes. Ahí estaba el señor del costal, o el ropavejero, que vendría por quienes no se comieran su plato entero, o no tendieran su cama.

A diferencia de esos temores accesorios en la educación de la niñez, ahora los padres suelen heredar un temor real por la violencia que, se dice todo el tiempo, está presente en las calles. Y por eso muchos niños ya no salen a jugar, y viven diarias tardes de televisor y chatarra, tal vez con temores igual de irreales que los que teníamos hace años, pero con una dosis más alta de videojuegos y grasa corporal.

Pues esos niños vagos que gritaban todo el tiempo afuera ya no viven aquí, y la casa que dejaron fue inmediatamente habitada por un nuevo vecino. Se trata de un hombre de unos 35 años, que habría pasado desapercibido por mí de no ser porque lo ví construír a un lado de la puerta de su casa un altar religioso. Cuando lo vi hacerlo, creí que se trataría de un azador de carnes o algo así,  pero el trabajo terminado me sorprendió porque dentro de la “suntuosa” construcción (con mosaicos tipo baño público y luces de árbol de navidad) estaba el santo estrella de los últimos años: San Judas Tadeo.

En la Ciudad el culto al primo de Jesucristo se ha extendido exponencialmente.  Se supone que es el santo de “las causas difíciles”, y quizá por eso un gran número de gentes que ven dura la situación actual lo han tomado como un ancla que  les da un poco de esperanza frente a la causa más difícil de estos tiempos, la que presenta una realidad en la que no hay oportunidades, ni de trabajo, ni de estudio, ni de poder, ni de “vivir mejor”. Como se trata de sectores marginados de la sociedad, se pueden vislumbar ahí muchos males provocados por la ausencia de expectativas ante el negro presente. Y así como muchos seguidores de San Judas piden por salud, o trabajo, otros tantos piden protección para sus actividades delictivas, por lo que el santo ahora “protege” a muchos creyentes del poder de la PGJ, para brindar otro tipo de justicia alterna e ilegal.

Y por eso, con mi mente llena de prejuicios hacia los sanjuderos, veo a mi nuevo vecino tan interesado en hacer un llamativo altar, creyendo fervientemente en que esa figurilla lo va a proteger, mientras yo me pregunto qué tan violento es ese sujeto, qué sustancias inhala y qué música escucha. Me pregunto si al igual que el sanjudero que me quizo quitar mi bolsa en el metro el 28 de Junio, se le hace fácil robar, o si le gusta ir a las fiestas a ver a las morras en el perreo. Me pongo a pensar si sueña con que el santo se le aparece ofreciéndole una mona sabor mango, o si cree que le brinda un halo de protección contra policías y patrullas.

Y me siento mal por mi actitud discriminatoria. Pero me siento peor pensando que son síntomas de una sociedad en la que oír de cadáveres, decapitaciones, incremento de la violencia, pobreza y desigualdad se ha vuelto tan común que ya no sorprende a nadie.

4 comentarios:

NTQVCA dijo...

Pues si, el factor sorpresa termino por desaparecer después de que la violencia es el pan nuestro de cada día, que mal que tengas tan cerca ese armatoste señal de la ignorancia en nuestra ciudad.

Unknown dijo...

¡Changos! ¡Qué situación más difícil! Se podría ser políticamente correcto y decir que fuera-los-prejuicios y que no-sé-qué-más... pero lo cierto es que éstos no son de a gratis. Sólo queda esperar a ver cómo va el asunto, cómo se relaciona el vato con el vecindario (no faltarán l@s vecin@s "comunicativos" al respecto) y si se arma la convivencia con respeto, sin problemas.
¡Alguien que piense en los niños! Ah, no... que esos ya se fueron, ¿veá?
=)

jOell dijo...

Horrendo pasar cada 28 de mes, la estacion Hidalgo del metro, y ver a cuanto reguetonero-sanjudero acudiendo agradecer o a pedirle algo al tipo ese, en el Templo de San Hipolito. Seguro como dices, pedirle proteccion, para que no los atrapen, aunque sera uno mismo, por que la policia y autoridad son la misma calaña.
Precisamente hoy viajando en metro se subio un grupo como de 30 reguetoner@s, creo iban a un concierto, me fueron molestos, no se porque no los tolero y yo no soy asi,le hablo a todo tipo de chav@s, pero a es@s nomas, No y menos si se dedican a delinquir.

Que feo que te hayan querido asaltar, si las cosas siguen asi, en un futuro, asi como los niños, viviremos encerrados.

Saludos¡¡ y cuidese del sanjudero.

Carlos dijo...

Saludos:
Yo creo que algo exudan los reguetoneros-guadalupanos-sanjuderos-motoneteros que los hace especialmente intolerables; quizá ese no-sé-qué es lo que empezaste a percibir una vez que identificaste que tu vecino pertenecía a ese bando. :/ Suerte.
Quizá tus vecinitos juguetones se fueron a un lugar más apacible jueras del deefe.
Jiji, qué divertido es tu blog.
Saludos