sábado, 26 de diciembre de 2009

Benitoman, vuelveeee!!

Según la historia oficial trazada por el PRI, que gobernó durante más de setenta años este país, la nación tiene una esencia moderna y liberal que se fue conformando a partir de acontecimientos muy precisos, que fueron delineando el sistema social y político que los mexicanos “somos”. Uno de esos hitos es el de la reforma liberal de mediados del siglo XIX, que se plasmó en la Constitución de 1857 y en las sucesivas reformas. Según ese cuento de libro de texto, el Estado es laico y la educación es laica y la iglesia como que ni existe. Pero, se trata de una ausencia extraña…

Pensaba en esos liberales que “nos dieron Patria”. Por mucho que se les critique por las consecuencias negativas que trajeron sus reformas, principalmente en lo relativo a la intención de expandir la pequeña propiedad privada (que trajo como consecuencia el despojo y el acaparamiento), lograron algo que se había intentado al menos desde 1833, con las reformas de Gómez Farías: separar al Estado de la iglesia católica. Ellos pusieron por primera vez en papel oficial que la iglesia no tenía nada que ver con el manejo de la política en este país, simplemente omitiendo el artículo que había estado en todas las constituciones anteriores que decía algo así como: “la religión es y será la católica apostólica y romana”.

Implícitamente, en la Constitución de 1857 la iglesia ya no era una misma con el estado, y la gente podía libremente ejercer la religión que le diera la gana y la iglesia no podía tener posesiones ni hacer actos de culto público. Ya después, estas leyes no desaparecieron, pero no se cumplieron del todo porque, no hay que dudarlo, para los políticos tener de aliada a la iglesia les da una ventaja que ninguna otra corporación les puede dar: el control de las conciencias. Porfirio Díaz lo entendió muy bien, y ya después de la revolución los priístas también. A partir de la presidencia de Ávila Camacho las relaciones de los políticos con la iglesia católica han sido tersas tersas como el terciopelo.

Desde 1992 la situación se volvió todavía más amistosa, porque se anuló una ley que prohibía a los sacerdotes y prelados poder participar en elecciones. Si bien sólo se aceptaba que podían votar, el significado era que a partir de ese momento se le abrían las puertas a la iglesia para que participara abiertamente en política. Aunque finalmente lo había hecho desde siempre, incitando a los laicos católicos a inclinarse hacia uno u otro lado de la balanza, ahora eso se podía hacer con mayor soltura y sin represalias: se estaba aceptando que públicamente la iglesia podía tener una voz como institución en el juego político.

Todo esto ha tenido un peso enorme en la manera en que se han manejado muchos asuntos de la agenda nacional en los últimos años en nuestro país, porque la iglesia y algunos políticos se aprovechan de que el mismísimo dios habla a través de la boca de todo sacerdote. Ejem ejem!, más bien de que eso es lo que creen muchos.

Pero las cosas ya están llegando a un extremo insoportable, como el Fecal dando un discurso en el encuentro de las familias o la iglesia condenando leyes, como las que tienen que ver con el derecho de las mujeres a decidir su maternidad, y más recientemente la de la unión de parejas del mismo sexo. Pero el escándalo rebasa la línea del cinismo en cosas como el Papa bendiciendo al Peña Nieto en una situación disfrazada de oficialismo diplomático, en la que la otra corporación más mierda del país pone la cereza del pastel con una actricilla como puente entre la noticia política y los espectáculos. Vaya espectáculo más decadente!

Me caga ver que se use a dios (pura retórica) como anzuelo incuestionable para lograr fines de manipulación pura. Es (repulsivamente) admirable como el Peña Nieto Neutron ha logrado mover todas esas piezas para hacer que la población católica y telenovelera caiga en el jueguito.

Me caga que exista un tequila que se llame cristeros!!

Pero me encanta este video.

Ella no es una psicópata que requiere ayuda psicológica. Es una mujer harta de tanta basofia. Desde el zapatazo a Bush el discurso público, ese en el que se mantiene el decoro y los protocolos se cumplen como señal de respeto, se está yendo al carajo en muchos lados…

lunes, 21 de diciembre de 2009

La teología de mi niñez.

Me gustaba la Navidad hasta que pensé en los kw/h desperdiciados y en las Cocacolas disfrazadas de Santa. Ahora pienso en lo que se ha convertido eso de celebrar el nacimiento de Jebús, y no es que sea nostálgica de las tradiciones cual si fueran acciones enfrascadas en una burbuja ajena a su entorno, pero eso de que el “intercambio” sea el momento cúspide de la Noche Buena me parece algo decadente, aunque en realidad recuerdo muy pocas cosas de la Navidad que tengan que ver con su supuesto verdadero significado. Sin embargo, hoy estas fechas me han hecho pensar en la religión que me inculcaron, y que negué apenas tuve un pequeño dejo de conciencia de que podía pensar por mí misma.

Soy ateísima comecuras desde hace muchos años, y tratando de explicarme este largo proceso de autosecularización, he llegado a crearme una historia de negación divina en la que me veo en mi niñez temiendo a un dios maldito, que me vigilaba todo el tiempo y cuyo poder inconmensurable me arrastraría a las llamas del infierno algún día. Estaba convencida de mi maldad innata, y mi primera (y única) confesión el día de Mi Primera Comunión estuvo llena de estupideces, como que no me comí el sandwich a la hora del recreo.

Era muy pequeña, y escuchaba hablar de dios en un retiro de hermanos franciscanos, en el que pasé todos los fines de semana durante unos dos años. Me llevaban mis papás junto con mi hermana el sábado en la mañana, y nos recogían hasta el siguiente día (debían pasarla de lujo sin hijas). Creo que lo único que le puedo agradecer al dios es que no me violaron allí, aunque para ser sincera me gustaba mucho ese lugar, porque tenía muchas amiguitas y me la pasaba jugando. Fue así que todo esto me fue configurando paulatinamente como una niña muuuy religiosa, que no podía irse a la cama sin rezar dospadresnuestrosyunavemaria y que ocupaba mucho tiempo en pensar en “lo divino”. Ahora que lo recuerdo, creo que eso debe tener relación con que soy una neurótica y mi cerebro se la pasa maquinando fuera de control.

A tal grado llegaba mi devoción en aquellos días, que a los seis años estaba considerando seriamente el ser monja, porque me parecía que era un camino de vida muuuy fácil y, por supuesto, significaba que no me iba a ir al infierno.

Mi convicción de que dios era un maldito se debía a que lo único que escuchaba de ese señor es que era un hombre de barba (ese pedo de la Trinidad ni siquiera me lo mencionaron, seguramente porque resultaba más pedagógico enseñarme una carita y ponerle el letrero de “Dios”, que hablarme de una abstracción extrañísima que me podía causar ezquizofrenia), que sabía todo, estaba en todos lados y que incluso podía escuchar mis pensamientos. No me dejaba ni un recoveco para escondereme de él, y lo peor de todo: su hobbie favorito era castigar a los pecadores. Como creía en dios, pues el diablo también andaba haciendo de las suyas, claro que debajo del suelo en mi gráfica y simplona concepción estratificada “cielo-tierra-infierno”.

De ahí que la idea de que había un mundo invisible paralelo con dios-diablo, que además era donde se decidía lo que me pasaba en mi realidad, me llevó automáticamente a creer en todas las cosas sobrenaturales que escuchaba por ahí. Así por ejemplo, recuerdo que algún día un compañerito chismoso de la escuela me dijo que todo lo rojo era del diablo, lo que me llevó a tratar de evadir compulsivamente absolutamente todos los objetos que fueran de ese color. Cuando digo evadir me refiero a ni siquiera verlos. Ni qué decir de mi miedo a la oscuridad, los fantasmas, los chanques, los nahuales, la llorona y los pitufos (sí, le tenía miedo a los pitufos). A ese grado llegaban mis temores e ingenuidad.

Pensando en todo esto, me doy cuenta de la deficiente educación religiosa que tuve, no únicamente dentro del retiro aquél, sino dentro de mi familia y en general en el lugar en el que me desarrollé. Bendita chilangolandia! Ciudad de la moral liviana y del catolicismo de morondanga. Aquí las iglesias están dignamente vacías la mayoría del tiempo,  las misas llenas son las que terminan en pachanga y borrachera y la devoción popular incluye igual a la Virgen que a la Santa Muerte, aunque los curas se enojen. Y por  fin, las parejas de homosexuales pueden adoptar niños. Va a estar divertida la prensa católica (soy su fans, es más divertido leerla que oír chistes del Jojojorge Falcón).

Celebro el día que me convencí de que el dios era un obstáculo mental. El primer gran cuestionamiento, la primera gran decisión razonada y rebelde, fue haberme librado de las ataduras de la idea de que había algo que tenía un control que yo jamás podría alcanzar. Era como traer en la mente un candado irrompible que me impedía darme cuenta de que yo soy dueña de mi destino, y de que no puedo esperar nada más, que lo que traigan mis decisiones y acciones.

-Lo que sigue es muy complicado para ustedes. Mejor voy a enseñarles las cosas a mi modo. No saben nada de religión, ¿verdad?

Hicimos un gesto negativo.

-Entonces es necesario que sepan lo más importante: hay infierno.

No era una revelación. Otras veces habíamos oído pronunciar esta palabra. pero sólo hasta ahora estábamos aprendiendo que significa algo rojo y caliente donde hacían sufrir de muchas maneras a quienes tenían la desgracia de caer allí. Los bañaban en grandes paroles de aceire hirviendo. Les pinchaban los ojos con alfileres “como a los canarios, para que canten mejor”. Les hacían cosquillas en la planta del pie.

[…]

-Al infierno van los niños que se portan mal.  

Rosario Castellanos

Balún-Canán

domingo, 6 de diciembre de 2009

De Juanito Teletón y perreo

(Decidí que incluiría una nueva palabra en mi vocabulario: Teletón. Como el lenguaje es dinámico, y lo hacen los hablantes, propongo que el significado de esta palabra sea el siguiente:

“Teletón. adj. Dícese de una persona que se distingue por carecer de entendimiento, y por ello es capaz de ser manipulado y creer mentiras, incluso cosas tales como que Televisa es una empresa con responsabilidad social.”

Ya mucha gente la usa para decir que alguien es estúpido o “tarolas”, gracias a la preocupación de Televisa por exhibir a niños discapacitados, fomentar la discriminación y obligar a la gente a como dé lugar a pagar sus impuestos).

Cuando estaba en la casilla votando por el Juanito Teletón me imaginaba  al Chucho Ortega encabronado por el resultado, y por eso yo remarcaba más mi crayolita en la boleta. Hoy ya estoy hasta la madre de escuchar cosas del pendejo del Juanito Teletón.

Debo confesar que cuando arrasó su nombre en las elecciones, sentí cierto orgullo de mi Delegación, de “mi barrio” y de “mi gente”. Creí que después de todo, no estaban tan mal las cosas y que se demostraba por fin que uno se podía valer de la institucionalidad para darle en la madre a los “poderes hegemónicos”, en especial a las televisoras y al Trife, que hacen lo que les da la gana. Y debo confesar también que en mi boleta, en la parte de atrás (pa que no fueran a anular mi voto) escribí algo así como “me cago en el trife”. Escribir cualquier cosa en contra de las instituciones es causa de anulación, pero probablemente como lo puse atrás ni lo vieron los escrutadores y mi voto pasó. Aunque ahora pienso que si no lo vio nadie, ¿de qué chingados sirvió escribirlo?…

Aunque pienso en la evangélica frase: “perdónalo, no sabe lo qué hace”, sigo sintiendo harta rabia de toda esta situación. Pinche Juanito Teletón.

Por cierto, hablando de temas decadentes, Pakito me acaba de mandar un link de los regaettoneros para burlarnos de ellos. Son taaan deprimentes. Mientras estaba viendo los videos del perreo me acordé de que en la semana encontré un artículo publicado en “El Universal” en 1922, acerca de los peligros de los bailes “inmorales” como el fox-trot y el danzón:

...dichos bailes conducen a las mujeres a la esterilidad, y en las que no son estériles, el sentimiento maternal se altera, al grado de que se ha observado un aumento de 4 a 5 por ciento de niños abandonados. En las jóvenes produce estados muy marcados de neurosis.

No es menos grave la repercusión de estos bailes en el porvenir de la familia, pues en las jóvenes produce a veces la ruina moral definitiva y a los jóvenes los aleja del matrimonio, pues encuentran que estas señoritas no son dignas de fundar una familia, ni de reinar en ningún hogar.

Me pregunto qué opinaría el autor si viera cosas como esta:

Puag! Qué fea música. Como sea, la frase la incluiré en mi tesis por hilarante. Me gusta pensar que el autor se volvería a morir de ver sus letras junto a este espectáculo decadente, y como no puedo hacer eso en mi tesis, pues lo pongo aquí.

Esos regettonearos también están bien Teletón.