miércoles, 30 de mayo de 2012
Soy eterna
jueves, 10 de mayo de 2012
Mi cuerpo es un lienzo
Los tatuajes fueron en algún momento símbolo de decadencia moral, quizá por ser marcas indelebles del probable paso por bajos mundos, pero ahora son una bonita artesanía -radical por cierto-, pues se asoman orondos en la piel como una cicatriz coloreada realizada manualmente con dolor y por gusto propio. Son un accesorio más que adorna la desnudez y aminora el vacío, y por eso me voy a hacer muchos tatuajes que me acompañen un día hasta mi tumba.
miércoles, 2 de mayo de 2012
viernes, 13 de abril de 2012
Tuve la mascota más hermosa del mundo.
La memoria es una mezcla extraña de invención y recuerdos, y para ejemplificarlo contaré la verídica y maravillosa historia de mi primera mascota:
Amaneció como cualquier otro día, en aquellos tiempos en que las únicas ideas que rondaban por mi mente tenían que ver con muñecas y caramelos. Tenía aproximadamente unos cinco años, y todo a mi alrededor era luminoso y de colores pastel. Mi madre en aquellos tiempos cuidaba con sumo esmero unos hermosos alcatraces, que crecían muy orondos en el pequeño patio del pequeño terruño familiar. Esa mañana aquellas blancas hojas escondían para mí un regalo especial; sin saberlo me acerqué como cualquier otro día para tocar el centro amarillo y lleno de polen de las “trompetas” –así le llamaba a esas plantas-, e hice un descubrimiento maravilloso: había una mariposa!
Siempre fui cuidadosa con los seres vivos, fuesen éstos insectos, mamíferos o hasta plantas (recuerdo con nitidez que regañaba a los niños más pequeños cuando maltrataban las plantas, “les duele”, solía decirles), y esta vez no fue la excepción. Primero observé con cuidado aquella mariposa blanca que podría haber pasado desapercibida gracias al camuflaje natural, y después de un rato me dí cuenta de que no se movía demasiado. Lentamente me acerqué y con gran delicadeza tomé a esa mariposa por las alas, dándome cuenta al instante de que no podía volar. Por alguna razón desconocida para mí, aquella mariposa estaba herida y si la tomaba no oponía resistencia alguna. Al tocar sus suaves alas y ver su hermosura me maravillé sobremanera, y lo único que se me ocurrió fue colocarla con cuidado en mi playera, esperando que decidiera permanecer ahí. Efectivamente, debido a algún accidente previo aquella mariposa no volaría y se quedaría conmigo, en mi playera, adornando mi atuendo de la forma más pintoresca y única pues ninguna otra niña, jamás, había logrado que una mariposa la acompañara todo el tiempo en su pecho, sin moverse, cual broche elegantísimo.
Yo caminaba a todos lados con mi mariposa en el pecho, yendo de aquí para allá mirando de reojo cómo iluminaba con su blancura todo a su alrededor. Era feliz viéndola ahí quietecita, acompañándome en todos mis ágiles movimientos danzando de aquí para allá. Y así pasaron al menos dos días, en los que la mariposa estuvo conmigo desde el amanecer hasta que, llegada la noche yo la volvía a colocar en el alcatraz que la proveía de techo y alimento (todas las niñas sabemos que las mariposas se alimentan del centro amarillo de los alcatraces). Apenas salía el sol, y yo ya estaba en el pequeño jardín del pequeño terruño familiar esperando tomar de nuevo mi mariposa para ponerla en mi playera y brincotear por el pasto con sumo cuidado para no lastimarla.
Pero algo malo pasó.
Mi padre nos pidió, a mi mariposa y a mí, que lo acompáñáramos a la tienda. Por supuesto, dijimos, y partimos. Todavía no habíamos terminado la larga travesía de dos cuadras de camino cuando, repentinamente, apareció la vecina. Como siempre, permanecí en silencio mirando hacia arriba la conversación de los grandes, sin decir nada pues, yo estaba convencida de que los adultos eran aburridos y no había que dirigirles la palabra más que en lo absolutamente necesario, y solo para saludar si no queda otra opción. Papá se despidió y emprendimos de nuevo el camino cuando, de forma repentina y acusatoria me dirigio un leve manotazo al pecho diciendo “Por qué no saludas, niña!”. Me dio en el pecho! y no me dolió a mí, sino a mi mariposa. Un pequeño manotazo, muy leve, que a mi infantil cuerpo no podría lastimar, asesinó a mi mariposa, la mascota más hermosa y extraña que ninguna niña ha tenido jamás.
martes, 6 de diciembre de 2011
Memoria
Jacob Burckhardt, historiador suizo especialista en el renacimiento florentino, decía que la Historia es el mejor escape del presente, de un presente desalentador y convulso. Yo estoy de acuerdo con el, aunque también pienso que recopilar memoria, sí, recopilar memoria es precisamente lo que dota al presente de algún sentido.
Más allá del oficio de la Historia, de mi oficio, yo quiero esforzarme por traer los bolsillos llenos de mi propia memoria, de experiencias que le den un sentido a las formas que veo, a los ruidos o la música que escucho y a las texturas que rozan mi piel.
Quiero recordar perfectamente las comisuras de la piel, la textura de la voz y los movimientos característicos de quienes están… y de quienes se van.
Y no olvidar jamás a quienes ya se fueron.
Tío Andrés, voy a acordarme incluso de las cosas que no conocí de ti porque tengo infinidad de relatos tuyos, de cuando tú eras joven y yo no había nacido. Casi puedo verte cantando en una banda, escalando una montaña y enseñándole a mi papá a reír.
Te prometo que siempre voy a recordar a tu gato siamés, a tu perico que sólo sabía decir “puto” y al columpio que coronaba aquél jardín grande y verde. Voy a guardar bien la imagen de la cena de Navidad, cuando colgabas del perchero a tu hijo más pequeño, al que nombraste igual que mi papá. Va a permanecer siempre tu sonrisa gigante, maquillado del guasón haciendo reír a toda la familia.
Y en especial te recordaré recibiéndome en tu casa en mis días de juventud descarriada, cuando con sorpresa ví que una foto de tus sobrinos, incluyéndome a mí, adornaba tu sala.
Tío, me da tristeza saber que algo en tu vida no iba bien, que nos extrañabas mucho a todos, que querías estar más cerca y que no pude ir a tu funeral.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Bolígrafo
sábado, 24 de septiembre de 2011
Luz de Luna artificial
Prender la luz es un acto que aprendí desde la infancia, e implica únicamente mover una pequeña palanca empotrada en la pared, para que la electricidad pueda correr por los minúsculos alambres que hay dentro de una bombilla. Aún cuando durante milenios la humanidad estableció su ciclo vital con relación a la luz del sol, a mí me tocó nacer en una época en que se puede vivir también de noche. Así que no hay razón alguna para dormir cuando hay oscuridad: una bombilla encendida gracias a un movimiento de mi dedo índice me permite continuar vi-viendo en la penumbra.
Cuando llegué al cuarto desde donde escribo estas líneas, el techo estaba coronado por un simple foco eléctrico de 100 wats. La luz que irradiaba era brillante y potente como la del Sol porque, al igual que éste, producía su brillo mediante calor. Entonces no era luz, sino calor, energía pues, lo que en las noches me permitía ver la pijama que me pondría para dormir y abrir las cobijas.
Poco a poco me percaté de que ese foco presenció el proceso de construcción de este cuarto, porque tenía algunas manchas de cemento y pintura azul. Seguramente los albañiles que trabajaron aquí se iluminaban con esa misma luz cuando el Sol verdadero se ocultaba por completo. Pero los focos no son eternos, no señor. Un buen día los minúsculos alambres que estaban dentro de la bombilla no soportaron más el paso de energía, y se rompieron justo en el momento en que moví la pequeña palanca empotrada en la pared.
Me quedé en la penumbra una noche, y sin poder leer.
Pero al día siguiente, para no tener que desvanecerme en el sueño en cuanto la oscuridad cayera, cambié aquél foco testigo del nacimiento de mi cuarto por uno incadescente. El mecanismo de este nuevo aparato no es dar luz mediante el calor, sino que irradia una luz fría y plateada, como la de la Luna. El ambiente es muy distinto con el frío de una lámpara incandescente, porque hay un tono grisáceo en todo lo que me rodea y mi ojos perciben las sombras mucho más débiles. Pareciera que esa luz abarca todo mi cuarto, como si no fuera de arriba hacia abajo y más bien se desplazara en todas direcciones. Muy distinta es la luz de calor del foco eléctrico, que es fuerte y vertical, y produce una sombra muy marcada.
El frío de mi foco incandescente me acompaña esta noche en que acaba de entrar el otoño y mis cobijas comienzan a tornarse insuficientes para que mi cuerpo logre calentarse. Y así recibiré luego el invierno, con un frío que inicia desde el foco incandescente que me ilumina como si fuera una pequeña Luna en el techo de mi cuarto.
martes, 23 de agosto de 2011
Salí del metro y la lluvia era muy fuerte.
viernes, 19 de agosto de 2011
El mago del lenguaje
lunes, 1 de agosto de 2011
Aprendiendo a llorar.
Es muy fácil regodearse en la tristeza. Yo no suelo llorar, porque las lágrimas me dan sed, pero en ocasiones no puedo evitarlo. Es justo en esos momentos cuando disfruto el lento rodar de una lágrima por mi mejilla, porque su suave caricia me va aclarando la garganta poco a poco.
Mis pestañas mojadas se juntan una con otra creando una capa ocular resistente al mundo exterior; se me nubla la mirada, y es entonces que olvido el origen de mi llanto.
Así, simplemente se escurre el pesar hasta un pañuelo. Por eso es muy fácil regodearse en la tristeza.
martes, 5 de julio de 2011
Porno mexicano de hace 90 años
Por eso la pornografía es una síntesis de aquello que nos niega la civilización: la de dilucidar lo que se mantiene en secreto; y lo hace de manera explícita con zooms que casi casi rebasan la biología, llevándonos al interior mismo de los cuerpos.
Y en esa práctica vouyerista extrema se aloja la transgresión, la animalización y el instinto salvaje que se asoma gracias a la tecnología. Ahora existe la pornografía al alcance de cualquiera, como un objeto de consumo muy lucrativo que está a la mano con un simple click, gracias a la red y a las maravillas tecnológicas del HD en forma digital. Es más, creo que ahora la pornografía es tan común, que hasta aburre (bueno, supongo que para los púberes es un mundo mágico que podrían consumir hasta el hartazgo). Pero la pornografía, como el reflejo de un instinto primario y relegado a lo privado, es tan elemental que apenas aparecieron formas de grabar las imágenes comenzaron a hacerse escenas de sexo explícito.
Pues tuve la oportunidad de ver pornografía mexicana de los años veinte, y aunque ver tanto mete-saca me pareció aburridísimo, fue interesante ver que aunque el discurso oficial de la época era totalmente recatado y moralino, en especial respecto a lo que se transmitía por el cinematógrafo, había quienes estaban dispuestos a financiar películas totalmente transgresoras de ese discurso. Por ejemplo, historias hilarantes de mujeres que antes de casarse cogen con el sacerdote, o de un fraile llamado “Fray Vergazo”, que obligaba su monaguillo Ventosilla a jalársela mientras dormía y soñaba que cogía con una beata.
Obviamente ese tipo de películas no podían ser transmitidas públicamente. En los años veinte las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas estaban muy preocupadas por resguardar a la población de la “inmoralidad” de las películas extranjeras, en donde bailaban fox.-trott, se besaban y usaban faldas que mostraban la pantorrilla (escándalo!). Así que el encargado del Departamento de Cultura de la Cuidad de México, el músico Miguel Lerdo de Tejada, emitió en 1921 una Ley para regular y censurar cualquier inmoralidad en el cinematógrafo. Incluso ordenó que se pusieran luces verdes en las salas, con tal de que no se hicieran actos pecaminosos en la penumbra. Así que esa pornografía era hecha ex profeso para transmitirse en lugares especiales donde, seguramente, se exacerbaba la inmoralidad y todos los asistentes se olvidaban del pecado y de la voz de su conciencia católica.
Me pregunto, 90 años después, qué pensarían aquellos concupiscentes seres humanos si supieran que esas mismas películas “obscenas” fueron transmitidas en la Cineteca Nacional, máximo recinto del cine de arte del D.F. con todo y pianito en vivo, muy esnob la onda. Y peor aún, qué pensarían si se asomaran por cualquier puesto de revistas actual, atiborrado de porno, o le echaran un ojo a la extensísima variedad que ofrece Youporn.
La transgresión, yo digo, ha estado siempre a la orden del día, y el discurso público se muestra falaz ante una moral escondida, pero bastante open mind, aún hace 90 años.